En el mundo de este deporte siempre existen historias que se convierten en anécdotas inolvidables, y una de las más comunes es aquella que dice: “los ejemplares buenos se perdieron, y el malo que llevamos fue el que ganó”.
VER VIDEO AL FINAL DEL ARTÍCULO

Esta frase no solo refleja la ironía de la suerte, sino también la imprevisibilidad de donde nada está escrito hasta que suena la campana.
Muchas personas llegan al coliseo con grandes ilusiones, seguros de que sus mejores ejemplares demostrarán su calidad en la arena.
Se preparan con meses de anticipación, cuidando cada detalle de la alimentación, el entrenamiento y hasta el linaje del ejemplar
Sin embargo, la realidad de la competencia suele ser diferente: aquellos ejemplares que prometían un triunfo seguro terminan sorprendiendo de manera negativa.

Lo curioso de la situación es que, casi como un juego del destino, el ejemplar que menos expectativas tenía, aquel que incluso se llevó “por compromiso” o simplemente para completar la jornada, resulta ser el que da la sorpresa.
Ese ejemplar considerado “malo” por su apariencia, su falta de pedigrí o su desempeño en entrenamientos, se convierte en el protagonista inesperado de la noche.
Este tipo de episodios dejan una enseñanza clara a las personas : nunca se debe subestimar a un ejemplar.
En el coliseo no ganan los nombres, los pedigrees ni las apariencias, gana el ejemplar que saca el corazón en el momento justo. Por eso, cada derrota y cada victoria cuentan como experiencias que fortalecen a los criadores y apostadores.

En conclusión, el famoso cuento de que “los ejemplares buenos se perdieron y el malo ganó” sigue vigente en cada coliseo, recordando que la suerte y el coraje siempre tienen la última palabra.
